domingo, 17 de abril de 2016

Farabeuf

Estoy en un país lejano leyendo sin comprender. He viajado kilómetros para estar sola con la lectura, aunque ahora veo descender los pinos por el viento en la ventana. Pasan mis ojos por las letras, pasa el viento por las hojas pesadas y rígidas, pero nada comprendo, nada logro unir. Es el calor con la brisa que se cuela por aquel espacio abierto, es la estrella de mar y la penetración imperiosa de la herida del texto. Yo vine desde tan lejos a pasear mis ojos por las letras, sola.

Vine desde tan lejos
Solo a pasear los ojos por las letras
Sola.

Recorro páginas tras párrafos, resquicios de un pensamiento que resbala por mis ojos.
Un eco auditivo se repite en mi mente y reincido en el mismo renglón. Nada decodifico, nada descifro.
Me excuso en la falta de centros, jerarquías y linealidades que decidimos enaltecer desde los sesenta, y daño todo mi cuerpo para escapar de esta lectura que vine a hacer desde tan lejos, sola.


Cuando escucho vientos, pianos, cuando escucho, recuerdo la tristeza que está allá, que está acá, cuando paso por las letras, sola. Y abro mil cuadernos, para rescribir las frases que repito en mi mente, decodifican mis ojos, trazo sola, letra a letra, resuena, pero nada comprendo, escribo y las siento sola. Cierro el cuaderno para que todo lo que transcribo, que el lenguaje danza en una especie de coreografía lenta y macabra, pueda ser silencioso en la soledad.

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