jueves, 21 de octubre de 2010

Deidades Decepcionantes

¿sabes qué  categorizo como el peor de todos los sucesos, como el más plano, sencillo, neutro y futil entre millones de acontecimientos?

Es el hecho de llegar al altar de las alas de oro y descubrir que, aquel tesoro inmóvil resguardado era tristemente una piedra como las que cargaba en el bolsillo...
aunque parece un dios no lo es verdaderamente. En su cabeza de terciopelo tenue y delgado es un mero  mortal. Mortal como todos los que me rodean, los que me ignoran, los que se esfuerzan para escuchar mensajes que no transmito; mortal como a los que incomodo en el transmilenio, mortal como los que se quedan mirando el cielo y pensando: después de todo aún existe algo maravilloso.

Se evaporan los motivos para persistir sobre la tierra pisando arcilla, tomando tinto, y ni siquera el verde de los árboles cobra sentido. Ni siquiera el rogar de las letras a la inexistencia, mientras las someto a su trasegar en el papel, me causa placer y disfrute.

Aún no sé si es preferible jamás llegar a concer a nuestras deidades y supremacías, O conocerlas y caerse abismalmente de la nube inexistente que empleamos para llegar a ellas.
No sé si maquillar las piedras encontradas de un tesoro abstracto y difuso,.
No sé si aparentar en mi mente que son piedras rojas como rubíes nunca solidificados, para arribar de nuevo a planear las nubes para atrapar a aquella falsa deidad, esas piedras maquilladas de rojizo resplandor.

Viva el engaño poderoso que hace que hasta olvidemos que nos mentimos a nosotros mismos. Todo para encontrarle sentido al verde de los árboles, o a contemplar el firmamente cuando es de noche y hace frío.

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