Últimamente me he sentido como un muffin, justo como un muffin rosado, o de pronto medio amarillo, o de pronto gris.
Sí, estoy hecha como de harina, o más bien de moronas que se caen lentamente y vuelven depronto a formar una gran bola que es mi cara con nariz y todo incrustada
No respiro porque soy un muffin del depósito cuya masa aumenta conforme nadie lo prueba, que se aplasta con los rayos del sol y anhela ser amado en las noches de lluvia.
Un día una señora pasaba con un niña de mejillas rosadas por la vitrina.
Estuve bastante ilusionada, pues después de un mes alguien parecía querer comprarme.
-¿por qué lloran los muffins?- Preguntó la niña de repente.
-Los muffins no lloran hija- Respondió la señora que usaba la sombrilla como bastón, dueña de dos gélidos ojos que observaban tras el pulcro vidrio de sus anteojos.
-Entonces este muffin debe ser una almojábana porque desde acá escucho su lamento.
- La comida no siente.
-Entonces estoy lista para comerme al señor de la esquina. (Su madre abrió los ojos)
Sí, sí sí, estoy segura de que yo, el muffin, sin duda siento más que los señores de las esquinas, que no piensan en comer muffins.
Espero en la vitrina al vidrio, plástico o cartón que logre mostrarme que el sentir es tan tangible y comprobable como la materia de los objetos supuestamente inanimados, gélidos y reciclables.
Después de todo soy un muffin reciclable y al parecer no comestible.
Dos minutos para ser transformada en otra masa que se echó a perder y a transicionar de nuevo y otra vez.
1 comentario:
I like it. Good thing there is always at least one girl like that out there; it’s only a matter of time before she stops asking questions to her mom….
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