jueves, 4 de octubre de 2012

Si tan solo pudiera expresar cuánto le admiro

Qué consternación me generan aquellos momentos en donde pienso en lo que pudo ser y no fue.
A veces dan ganas de respirar un aire diferente, de volver al pasado y reafirmarse sobre los muros de ladrillo, sobre las caras pintadas, las risas, los prados verdes, las nubes que se esconden rosadas en el atardecer.
La complicidad entre amigos, las travesuras, los secretos que jamás deben ser contados.
A veces imagino los cerros llenos de huellas, las huellas que pudieron haber sido y no están.
Pero por otro lado, no está mal ¿o sí está mal? decía... no está mal no querer caminar por las montañas sino por un suelo de mármol limpio y tranquilo. ¿no está mal pasar las tardes viajando en automóvil con los ojos vendados y la cabeza llena de preocupaciones en nimiedades?. Nimiedades como los decimales de un número abstracto, nimiedades como la soledad que incomoda como un alfiler en el asiento, nimiedades como el desaparecer paulatinamente tras las rutinas, los computadores, la conformidad. Ser no siendo y siendo.
El transcurrir del día a día sin las nubes es nimiedad
Pienso en todo lo que pudo ser y no es, y en lo que nunca pensé que sería y está. Está el café, está la tranquilidad, está el azúcar, está la sal, pero no está eso.
A veces pienso que pensé en todo menos en esto, y que quizá eso es todo lo más triste que puede haber, pero quizá la tristeza está más que en todo plano en donde existe una felicidad de base.
Me pregunto en cuántos universos paralelos sigue repitiéndose la historia lejos de las bicicletas, bajo este sol tardío que aún me permite pensar lo que no fue para en ese instante ser, precisamente ser en lo que no está pero sí vive.

Vive ahí.

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