domingo, 20 de noviembre de 2011

DOSIS DE MERCURIO

Quiero enloquecerme lentamente, quiero desquiciarme entre las letras y el papel higiénico, entre un teclado que se difunda con el propio aire que respiro-
Quiero vivir en un mundo de hierbas, olores y tés.
Odio las chimeneas arregladas, odio la gente que lame lentamente su cultura, su moral, lo universal y adecuado.
La odio porque la creo detestable y triste como una boca atraida hacia abajo, porque no creo que valga la pena vivir así. Por ende lo pragmático adquiere su propio sentido.
Sonreir porque en los treinta pensaba que le ayudaba a la gente cuando todos sabían que el saco se incrustaba en el sudor de mi piel casta. A mis espaldas sentía la división impenetrable, a mis espaldas hablaba sin saber qué decía con una voz forzada ¿vale eso la pena? por eso doy la espalda otra vez y me miro a mí misma. Me siento silenciosamente en los ladrillos helados donde nadie pueda atragantarme de hielos.
 Un lugar en donde yo pueda aplicarme la dosis adecuada, y entonces quiero cortarme la cordura, quiero morir en la locura.
Quiero enloquecerme lentamente, en un mundo de montañas de cadenas, que me alejen de todo el pensamiento y concepciones ajenas. Verme metaficcional en mi propio mundo de olores, de abejas, de tornasoles, y poder olvidar la falsedad externa y propia (sobre todo propia)  que empalaga la angustia que me genera el deslizar existencial.

1 comentario:

Juan dijo...

Permíteme acompañarte.