Los suburbios.
La hostilidad del mundo es la salvación.
Una sola mirada tuya suscita en mí:
Tocar el barro con las amígdalas que me extrajeron cuando mi cuerpo había soportado unos cortos cuatro años de edad.
El arrepentimiento que se hace cada vez más presente en el humo que sale del agua de caléndula. El arrepentimiento que se encuentra en mi cerebro pero solamente como una percepción de un fenómeno externo.
Eso por un lado.Por otra parte:
Su cabello amarillo como el sol me hace esconder bajo las cuevas, con los riñones encalambrados. Sus ojos pequeños diferentes de las guayabas me carcomen y, la prosodia de su saludo me asusta a tal punto que mis temblores provocan una recaída totalitaria del techo de la última cueva oscura en la que perezco.
La hostilidad del mundo es la libertad, la hostilidad del mundo es la salvación de la responsabilidad, la hostilidad del mundo es el pan de cada día: ese pan sin mantequilla que corta la lengua en cinco pedazos.
Los pedazos de mi lengua se arrastran como caracoles sin caparazón: es por esto que algunas partes de mí son babosas.
La hostilidad del mundo no es la hostilidad del tuyo.
La hostilidad del mundo es la realización del tuyo.
O tal vez la hostilidad del mundo representa la suma de indiferencias que oprimen a las mayorías en la marginación y la pobreza.
Espirales sin comienzo ni final retumban en la amígdala cerebral, espirales detestables, espirales de hostilidad.
Hostilidad finita,concisa,adjunta ¿contingente?
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