domingo, 31 de agosto de 2008

MARIPOSAS EN MI SALÓN


Y con esto también podríamos ahorrarnos el problemita opuesto, otro de los contratos en la actualidad: el sobre peso.

No existían las mariposas recortadas que echaban fuego por las alas y se quemaban justo antes de morir
No existían las nubes que tronaban, se abatían y resucitaban de los tóxicos del río Magdalena.
Todo era igual, todos éramos montañas, y lo que pensé que habría en la punta del volcán resultó una mariposa amarilla, sin recortar y que volaba para convertirse en una parte más del movimiento de siempre.
Después de escalar las murallas de acero y de llegar a la cima que creía inalcanzable, me di cuenta de que no existía, de que no existió nada de lo que pensé. ¿Ahora que montaña inalcanzable inexistente escalaré? Y las mariposas me saludaron burlándose de mí.
Me reí un poco y aguardé en silencio el veredicto final del juez.
Sí: miles de mariposas amarillas que vuelan sin echar fuego
Estaba libre, como siempre.
Me recosté sobre la mesa y esperé mi próximo beneficio: otra pesadilla de vida.

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