Lo que sigue es cortar nuestras cuerdas vocales y meterlas en el teclado de botones triangulares. Sólo recuerda: no sé quién eres, no sé qué quieres, pero toda mi vida pensé que eras algo extraño; algo así como una muela en jugo de limón o como la destreza del esfero al escribir
miércoles, 19 de febrero de 2014
Lluvia y charcos
Cada día en que quiero sacar las tijeras y romper el curso de la hormiga en este hormiguero (romper el curso de los taxis, de las niñas lindas que conversando en las escaleras sonríen y usan sus celulares como espejos, de encuentros juveniles que me espantan hasta el delirio), es una oportunidad para aprender de aquello que monomatiza, que hastía. Es una oportunidad para aprender a revelarse o buscarle otro camino, incluso entre la más cruel desintegración del ser, en esta melcocha que como sopa me envuelve. La oportunidad de romper una hebra, de aprender de mi propio hastío. La oportunidad de un triste recuerdo. Todo triste recuerdo es una buena historia. Otorga el sustento para una, te permite comprender la llama de la ruptura, del suicidio, de la soledad.
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