miércoles, 22 de enero de 2014

Firmamento

Corrieron las lunas
los soles
en una danza de vuelta doble
estaticismo inexistente
y por más que lo deseé
no fui capaz
de dejar.

Nunca pronuncio
-ni menos grito-
aquello
porque en realidad
no quisiera admitir,
jamás de los jamases,
jamás de las estrellas
que se vuelven soles,
que quizá
solamente tal vez
yo lo sé
yo sé lo que eso es.

Sí sé qué es lo que es
eso que llaman amor.

Que no me atrevo a musitar siquiera. En lo que no quiero pensar, ni rozar con el súbito aliento que emerge, que niego desde la máscara (persona) que soy.
porque un cariño
te encierra toda una vida
sin brindar
el beneficio de esa asfixia palpada.
Que te hace pensar
cada día
que el tiempo
botas sobre la almohada.

Y sin pensar
cada instante
en ese tiempo embotado
Finaliza
Se estrella
con su muerte (inmortal)
aún más rápido.

Y el peso
de la existencia
efímera pero finalmente
trascendental
te volca
y
te rueda
sobre los misterios
más
profundos
escritos
en los soles
sucedidos
uno a otro
uno a otro.

Ligero como una pluma
sin el malestar del arrepentimiento
Sin la preocupación de una herida que abres
Del disparar una bala adrede y con los ojos vendados.

Las páginas de los libros atraviesan sin reparo todo tu ser. No hay tiempo para atorarse. Ni tiempo para vomitar todo cuanto lees. No lo piensas, perfecto en dualidad.

Y qué peor que la asfixia que se disfruta en libertad. Sin sentirla presente.

Por eso jamás quisiera
creer
que
los soles
bailan
sin delirio
calmados
sobre los mares.
Pasmados sobre las lunas
Y no
Mintiéndole a los mortales.

Cada día
que se pasa
entre
un perfume
Se convierte
en
una locura olvidada
no sufrida.

Como la cura
de todo mal
que
finalmente
te
hace
vivo.

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