- Y... Cronopio ¿puedo ir a tu casa hoy?- (miró sus hojas y el suelo).
- Sabes que sí Esperanza, sabes que sí.
Hace segundos sus ojos se agarraron perpetuamente del trémulo movimiento del papel. Una boca que se abría y cerraba, respirando con dificultad, intentando ocultar el nerviosismo imperante, risa nerviosa.
Esperanza desenreda su cabello con la mano, los ojos perdidos evitan el temblor blanco arrugado y ahora se posan en sus zapatos, rodillas, suben hasta el mármol pareado tras el cristal.
Suspira en el secreto, intenta no ser vista. Pierde otra vez su mirada, palabras más, palabras menos.
Otros Cronopios, distintos ellos del primerísimo Cronopio, primer motor inmóvil (uh), se ríen sentados compartiendo caramelos.
- Boba Esperanza Estatua.
-¿Inicio de un destello nocturno?
Intentan ahogar su risa en los asientos del auditorio.
Cada sílaba es desintegrada en la cabeza de Esperanza, se reconstruye de nuevo. Y otras sílabas más potentes son sencillamente dejadas pasar: mira el hombro, la prominencia de la frente, una lengua enredada, primerísimo Cronopio primer motor inmóvil.
Al final, sonríe a los cronopios distintos del primerísimo Cronopio, y sin esperarlo tropieza en la escalera. Los cronopios ríen.
Primerísimo Cronopio ya no está para sonreírle.
Y de pronto...
Lentamente,
se
ha
vuelto
Fama.
Esperanza ya no puede ir a su casa.
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