miércoles, 19 de junio de 2013

Resonancia del llanto imaginario

Primero que todo, el sol me había arruinado toda la piel que recubría mis cachetes, es decir, que disimulaba la calavera, un poco jocosa eso sí,  que llevaba dentro.
Imagina una tristeza que se apaga cuando abrazas a un osito de peluche imaginario y crece cada vez que , cada vez que de pronto exhalas el aire que inhalas, conscientemente, sintiéndote vivo en un mundo en el que quizá no lo estás tanto...
Sin embargo, su voz todavía resuena en mi cabeza y me dice entre susurros, o quizás entre tonalidades seguras: todo fluye.
Y sí, todo fluye: vivimos morimos, exhalamos el aire y es ... "perfecto".
Como decía, primero que todo el sol había quemado mis mejillas mientras dormía, displicentemente sobre las sábanas, ahogándome en una posición que me generaba encapsulamiento total. Como sofoque...y, segundo, segundo me despierto y sé que tendrá que abrazar a su osito de peluche imaginario... por favor, qué tristeza.
Intento buscar el vino entre las uvas, el frío bajo las sábanas, una línea punteada de trayectoria lumínica en el espejo...
Y después, simplemente después, me dejo llevar por los condicionales atractivos, leves, como si estuviera respirando frente al mar.
Un mar tranquilo, un mar que arrastra todo, la tristeza, la soledad, la frialdad... Un mar aguamarina que llevo entre las venas y empieza a desplazarse a mis oídos cuando todo lo que encuentro es...
Sólo dímelo tú.

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