De esta forma, elitista, voyerista, con morbo hiriente y misógina, se deslizaba por el mundo sin pretensión alguna. Ya sabemos que diálogos familiares son propensos a una falsedad tan poderosa capaz de adherirse a cada sílaba y gesto bajo la excusa de los roles. Pero todo se hacía por llenar vacíos, nódulos inocuos de tiempo y de palabra que solamente fomentarían una cultura que naturalmente iba a desaparecer.
Mientras el tiempo cedía, la sopa de espinacas seguía derramándose sobre la alfombra gris que pronto moriría tras el trancón de los espejos de antaño, y es que cada espejo mostraba un rol genuino, un rol deshecho u otro que no tenía nada que ver con las delicias que ante los ojos de los perros se servían una tras otra en la mansión de los manjares.
Al contemplar un orgasmo sin gracia en el espejo de la cocina, la criatura optó por deslizarse en el reguero de espinacas exhaustivo, y mordiendo sus uñas proclamó al universo: cero pleitos más.
1 comentario:
Sopa de Helado derramada sobre nuestros vestidos...
Att: Carrasquilla.
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