Hace muchos años tuve pánico, miedo y espanto de caer. Caer al plasma.
Plasma que nos hace lentos, nos impide dar un paso hacia el bungee jumping o abrir las cortinas para contemplar un nuevo paradigma físico, destruir el sol o inventar una historia en una margarita.
Quise detener esa caída con enjuague bucal de falsedades, caprichos, sofismas y sueños.
Sin embargo el "bien" siempre triunfa sobre el "mal" y estoy donde debo estar: enterrada en este plasma sin energía, sin anhelos, sin disfrutes, sin sueños.
Todavía estoy incrustada en el cordón umbilical del sistema, del dormir mientras vivo, del sufrir resignada mientras me miro en el espejo de la verdad.
Este es el "bien", así es como debo estar.
Porque si soy buena debo estar en este plasma y si quiero la verdad no puedo inventarme anteojos de torposoplos para ver a las mitocondrias como perros color canela y a los retículos endoplasmáticos como ángeles y hadas. Sólo tengo los ojos que quiere esta gelatina, esos ojos que me hacen ver lo "verdadero"...
Me espera solo R.I.P, me esperan solamente galletas duras del ayer, hamburguesas y pizza si quiero vivir bien y no sufrir por ser mala, mala como apreciar el atardecer, anhelar destruir los tejidos corporales y dormir sobre las cebras, mala como ayer.
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